2 de enero de 2012
Apenas hay quien se marche de Roma sin haber sacado alguna fotografía a este célebre castillo junto al Tíber, conectado a la otra orilla por el puente más hermoso de la ciudad, y al Vaticano por un largo pasadizo amurallado. El edificio fue concebido inicialmente como Mausoleo del emperador Adriano (117-138), pero su sólida estructura y su posición estratégica le han hecho jugar un papel decisivo en las interminables luchas por el dominio de la ciudad. Fortaleza inexpugnable donde se podían resistir los asedios durante meses, ningún invasor podía proclamarse dueño de Roma hasta que no hubiera rendido Sant’Angelo.
Además de fortaleza, ha servido también como palacio, donde los Papas pasaban largas temporadas en tiempos revueltos. Por eso cuenta con estancias nobles, enriquecidas con elegantes frescos renacentistas. Más tarde sirvió como cárcel, cuando pasó a manos del Estado Italiano, y desde 1925 alberga el Museo Nazionale del Castel Sant’Angelo.